La seguridad europea: el presente de una ilusión y las necesidades de nuestra época

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Le Vif/L’Express, 27 septiembre 2020

Las fuertes tensiones entre Grecia y Turquía, el caos en Libia, la tragedia siria, la anexión de Crimea, la ocupación de Donbás por Rusia y sus cómplices, la decadencia estatal en el Sahel, la anexión progresiva e insidiosa del “mar de la China Meridional” por Pekín, la aceleración de una transformación del régimen chino orientada hacia el neoestalinismo y la multiplicación de los ataques cibernéticos constituyen, entre otras, suficientes amenazas para la seguridad de la Unión Europea.

Por otra parte, a pesar de los problemas políticos reales (el nivel de gasto en lo referente a la defensa de sus Estados miembros, la cuestión turca, el vuelco hacia el Pacífico de las prioridades estratégicas estadounidenses, etc.) la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con los ejércitos de sus Estados miembros y bajo el liderazgo estadounidense, sigue constituyendo un eje hoy en día insuperable de la defensa del continente europeo.

Es más, es algo que el general Charles de Gaulle había comprendido a la perfección en su época. En 1966, como virtuoso que era del arte de las posturas, después de haber instaurado en 1955 la política de la silla vacía en las instituciones de la CEE (sin abandonar, no obstante, esa otra “cosa” vilipendiosa), dio un portazo brutal en la cara del mando militar integrado de la OTAN absteniéndose de poner en tela de juicio la afiliación de Francia a la Alianza Atlántica.

Por lo demás, hoy en día no hay alternativa a la OTAN ni al liderazgo norteamericano.

En lo referente a la disuasión nuclear, la doctrina francesa en vigor sigue siendo la “doctrina de Miterrand”, el “nein” a la extensión y la compartición de la disuasión nuclear propuestas por el canciller Kohl.

Empero, si bien la OTAN sigue siendo el único instrumento de disuasión verdadera, en particular ante el gran Estado autoritario que Rusia constituye hoy, no es apta para responder a las amenazas a la seguridad que acechan a la UE de cerca y de lejos (además, no puede decirse que este sea su nombre comercial).

La emergencia resulta aún más evidente si analizamos esta observación desde un punto de vista prospectivo – gobernar es prevenir. Según el escenario intermedio establecido por las Naciones Unidas, la UE de 27 Estados contará con 441 millones de habitantes en 2030 y 422 en 2050, mientras que la población de China aumentará respectivamente a 1440 y 1400 millones, la de la India a 1510 y 1640 millones, la de Indonesia a 295 y 330 millones, y la de Estados Unidos a 354 y 379 millones. Asimismo, en 2030 y en 2050, el PIB de la UE rozará los 18 y los 24 billones de dólares, mientras que el de China alcanzará respectivamente los 38 y los 58 billones; el de la India, los 19 y los 44 billones; el de Indonesia, los 5,5 y los 10,5 billones; y el de Estados Unidos los 23 y luego los 34 billones en 2050.

En 2030, tan solo habrá un Estado miembro de la Unión Europea entre las primeras 10 potencias económicas (Alemania) y otros tres entre las primeras 20 (Francia, Italia y España). En 2050, Alemania se encontrará todavía entre las primeras 10 (en noveno lugar), mientras que Francia será el único de los demás países de la UE que pertenecerá a los primeros 20 (en doceavo lugar). En 2030, la UE se encontrará apenas en tercer lugar en lo referente al PIB. En 2050 bajará al cuarto lugar, con una distancia considerable respecto a China, la India y Estados Unidos.

Tomando estos datos prospectivos como base, con toda la prudencia del caso, así como la diferencia esencial entre la política de seguridad de la política de defensa (lo que no quiere decir que no haya una cierta permeabilidad entre ambas), es posible sacar conclusiones respecto a la adecuación o la inadecuación de las respuestas dadas a esos dos tipos de amenazas en el presente y para el futuro. Ante estas conclusiones, es imposible, en nuestra opinión, negar que Europa necesita una verdadera política europea de seguridad.

Como sucedió durante el lanzamiento del proceso de integración europea mediante la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero bajo la iniciativa de Schumann y Monnet, durante el lanzamiento del mercado único en la época de Delors o del euro cuando se aproximaba el nuevo milenio, es necesario fijarse en la evidencia: en lo referente a la política europea de seguridad, en un momento dado se torna imposible contentarse con “avanzar hacia la creación de un verdadero ejército europeo1, como es el deseo del primer ministro Pedro Sánchez. Las ambiciones deben materializarse en un objetivo preciso, concreto, tangible so pena de no pasar de una aspiración. En otras palabras, la UE debe dotarse de un instrumento común: un ejército europeo común.

Lo principal, entonces, es entender cuáles son los últimos elementos de resistencia que yacen detrás de los floridos discursos y que impiden el establecimiento de esta nueva política, de esta nueva oportunidad para compartir la soberanía, algo crucial para el futuro de la UE y de los Estados miembros, y deseado por una gran mayoría de los ciudadanos de la UE.

A continuación, mencionaremos algunos de estos elementos (los principales, en nuestra opinión) en orden creciente según su relevancia:

Los anglosajones

Muchos opinan que Estados Unidos (así como los británicos) jamás estaría de acuerdo con la creación de un ejército europeo común con un estatus autónomo aun formando parte de la OTAN. Las cifras prospectivas citadas previamente, así como el sano pragmatismo anglosajón nos llevan a pensar lo contrario. Ya es el caso para lo demás. En efecto, no es un secreto para nadie que a los estadounidenses les viene muy bien que el ejército francés asuma la responsabilidad de intervenir en el Sahel. Sin duda habrá ciertas preocupaciones o incluso ciertas reservas, particularmente en el sector de la industria armamentística norteamericana. Pero los desafíos que el Pacífico le ha lanzado a Estados Unidos son tan significativos que, sin lugar a dudas, su resistencia no bastaría para aquellos en Washington que considerarían muy útil tener un aliado europeo, también en la zona del Pacífico.

Más atlantistas que los atlantistas

Por diversas razones, un número determinado de Estados miembros del norte y del este de la UE temen que una iniciativa tal debilite la determinación de Estados Unidos para defenderlos. Por ende, tienden a ver toda iniciativa del ámbito de la seguridad como un capote rojo, lo que propicia una amalgama de finalidades muy diferentes al confundir “ejército europeo común” con “ejército europeo único”, política de seguridad y política de defensa. Si efectivamente estos países consideran su pertenencia a la Unión Europea como un factor de seguridad importante, complementario y desligado de su adhesión a la OTAN, no deberían mostrarse indiferentes ante el refuerzo político y militar de la UE.

La industria armamentística italiana

Una combinación de oportunidades perdidas para participar en grandes proyectos europeos en el sector terrestre y en el de la aeronáutica, y de oportunidades que no se ofrecieron terminaron engendrando una especie de tropismo anglosajón en la esfera política y en los grandes grupos italianos de la industria armamentística. La falta de delicadeza, por decir un eufemismo, de los últimos gobiernos italianos frente a otros Estados miembros provocó, a nuestro juicio 2, reacciones indeseables de retorsión en estos últimos. Esto acentuó más aún un fenómeno que no es, sin embargo, ineludible ni intrínsecamente incompatible. Por otra parte, en términos políticos, sería un azar puro si los otros Estados miembros ignorasen voluntariamente a Italia en un ámbito tan esencial como la política de seguridad a causa de la actual debilidad política del país y de la propensión antieuropea de una parte significativa de la esfera política (nótese que las referencias al Movimiento Cinco Estrellas, y a la Liga y a los Hermanos de Italia no son fortuitas).

En la espera de un mejor panorama político, Alessandro Profumo y Giuseppe Bono 3 podrían ser interlocutores muy valiosos y, de cierta manera, “institucionales” para explorar este nuevo escenario.

La Alemania de Merkel

La canciller alemana fue por largo tiempo una fiel intérprete del mercantilismo alemán, un mercantilismo teñido de una perpetua paz kantiana. No fue hasta la anexión de Crimea y la ocupación de Donbás por Moscú y sus cómplices que Angela Merkel comenzó a valorar la importancia de la UE como realidad política y tomó conciencia de sus debilidades estratégicas. Es a ella antes que a nadie a quien le debemos esta reacción europea, si bien insuficiente, ante la agresión rusa. Empero, como lo demuestra su obstinación por el asunto del Nord-Stream2, este enfoque más político sigue estando manchado de un robusto credo mercantilista que le impide proponer a sus socios europeos una soberanía compartida en temas de seguridad. En su defensa, no olvidemos las tres excepciones de inadmisibilidad de su socio francés: en 1988, contra Kohl respecto a la disuasión nuclear; en 1994, contra las propuestas Schäuble-Lammers para una unión política de los países centrales de Europa; y en 2000, contra las propuestas de Fischer para una Federación Europea.

Francia, el talón de Aquiles de la seguridad europea

Si por un lado “el confeti del imperio”, en las palabras del general de Gaulle, es esencial para dotar a Francia de la segunda zona económica exclusiva (ZEE) más grande del mundo, algunos de estos territorios de ultramar (ya sea que estén integrados formalmente o no a la Unión Europea) también deberían ser objeto de serios cuestionamientos estratégicos para la UE como tal (no solo para Francia) debido a su posición estratégica y/o a las potenciales riquezas que encierran los grandes espacios marítimos que los rodean.

Así como ciertos analistas consideran que ciertas bases estadounidenses en el Pacífico podrían ser codiciadas por algún gigante asiático y se plantean cuestionamientos sobre la capacidad a mediano plazo de los Estados Unidos para defenderlas, está claro que esto mismo se aplica a una u otra parte de los territorios franceses del Pacifico y/o del Antártico.

Como la disuasión nuclear claramente no funciona en este caso, es difícil visualizar de qué manera Francia, con su “medio portaviones” 4, en palabras de Valéry Giscard d’Estaing, podría enfrentarse a una potencia hostil. Hablamos de una potencia eventualmente más cercana o incluso mucho más cercana geográficamente al territorio codiciado, y sin duda alguna provista de habilidades navales muy superiores y quizá hasta experimentada en las transformaciones que haga caso omiso del derecho del mar, de arrecifes rocosos en nuevas islas y fortalezas militares.

¿Qué sería entonces de la cláusula de solidaridad que estipula que “Si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás Estados miembros le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance […]” 5 ante la anexión por parte de una gran potencia de una isla y, sobre todo, de un islote deshabitado o de arrecifes ubicados a más de 10 000 kilómetros de Bruselas? No hace falta ser un genio para imaginar la renuencia de ciertos Estados miembros y de sus opiniones públicas respectivas. Tampoco hay que serlo para poder percibir los efectos devastadores que un acontecimiento semejante tendría sobre la cohesión de la UE o incluso sobre su supervivencia misma.

Un instrumento común y un lugar institucional común

Tomando como base estas y otras consideraciones, un pequeño grupo de personas provenientes del ámbito militar, diplomático y político, algunas de las cuales deben permanecer anónimas por razones profesionales e institucionales, redactó una propuesta de cooperación reforzada orientada hacia la creación de un ejército europeo común que se le sume a los ejércitos de los Estados miembros.

Esta propuesta nace de dos ideas centrales:
– una integración institucional y política completa de este ejército en las instituciones actuales de la UE, caso en el que el Consejo Europeo desempeñaría el papel de un Consejo de Seguridad de la Unión Europea facultado para autorizar la implicación del ejército común tras una propuesta previa del presidente de la Comisión;
– la exclusión de la posibilidad de coordinar o integrar segmentos de ejércitos nacionales en beneficio de la opción de crear desde cero un ejército europeo común compuesto de oficiales y soldados europeos.

Puede leer la propuesta de cooperación reforzada aquí.

Traducción: Gloriana Salazar | Voxeurop

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Notes:

  1. Communiqué de presse du Parlement européen, 16 janvier 2019
  2. Es, por ejemplo, el caso de la exclusión de Italia del programa franco-germano-español para la construcción de un nuevo avión de combate.
  3. Administradores delegados del grupo Leonardo (antes Finmeccanica) y del grupo Fincantieri respectivamente
  4. Debido al tiempo requerido para su mantenimiento, un portaviones de propulsión nuclear tan solo es operacional durante aproximadamente 200 días.
  5. Artículo 42.7 del Tratado de la Unión Europea

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